viernes, 4 de mayo de 2007

Wah-Wah (Richard E. Grant/ 2005)



Wah-Wah (Richard E. Grant/ 2005)

Dirección: Richard E. Grant.

Reparto: Gabriel Byrne (Harry Compton), Miranda Richardson (Lauren Compton), Nicholas Hoult (Ralph Compton), Emily Watson (Ruby Compton), Julie Walters (Gwen Traherne)

Guión: Richard E. Grant.

Música: Patrick Doyle

Productores: Marie-Castille Mention-Schaar, Pierre Kubel, Jeff Abberley

Editor: Isabelle Dedieu

La historia cuenta los últimos días de una de las colonias del imperio Británico al sur de África, así como la búsqueda de Ralph Compton (Nicholas Hoult) de su propio lenguaje, de su propia manera de ver el mundo. Ralph crece viendo como el país y la familia en que creció, se desmoronan por completo, o al menos eso siente, y no entiende porque todo debe cambiar así.

Wah-Wah es el sonido onomatopéyico de la voz humana realizado con el pedal de la guitarra eléctrica, también es una expresión inglesa para referirse a cuando alguien habla cosas ininteligibles, sin sentido. Pero además es el titulo perfecto para la opera prima del actor Richard E. Grant[1](Gosford Park), pues Wah-Wah es básicamente eso, la historia de personas que hablan pero no dicen nunca nada. Que aunque familia, le es imposible poder comunicarse, decir que sienten uno por otro.


El lenguaje del silencio


Como buenos ingleses, los Compton saben herirse sin la necesidad de insultarse explícitamente[2], claro, que eso no impide que más de una vez los personajes tengan conflictos directos y violentos. Sufren de una incapacidad afectiva que se refleja en la imposibilidad de comunicación con el otro, lo que frustra y desgasta las relaciones.

Siempre están intentando conseguir de las otras personas aquello que precisamente esa otra persona no puede darles. Por esto la decepción es inevitable.

Lo que le da su padre a Ralph, este último no puede verlo, su padre es demasiado distinto a él en forma pero no en fondo, ambos son sensibles y afectivos, pero la forma de mostrarlo del padre aterra al hijo, el padre se muestra en toda su condición de humanidad, el hijo solo quiere ver un aspecto en él, solo quiere ver su nobleza, y no entiende que en sus errores también esta su padre.

Nuestra identidad se forja en oposición y en imitación a la de nuestros padres, no solo heredamos su pelo o el color de ojos, sino que son el primer espejo en el que nos vemos, en el que medimos quien y que somos. Ellos son el modelo que recreamos o destruimos para formarnos otro. De niños los idealizamos, de jóvenes y adultos, nos enfrentamos a ellos, y en ese enfrentarse se templa nuestro carácter. El tiempo y las experiencias son los que nos permiten volver a vernos en el espejo de nuestros padres. Para ver lo distinto que somos o lo mucho que nos parecemos. Wah-Wah nos muestra como nos es tan difícil comprender y comunicarnos, incluso con las personas más cercanas, como lo es nuestra familia. Es el tiempo y la vida, la que nos da la experiencia suficiente para que la memoria nos permita entender aquello que nos pareció tan lejano y extraño en nuestros padres.

Juan Alberto Gonzales Hurtado.






[1] Quien nació en Swaziland, que de 1907 a 1968 estuvo bajo el Protectorado de Gran Bretaña.
[2] La película juega con este prejuicio, y a partir de él construye la historia.

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