lunes, 5 de febrero de 2007

Marie Antoniette (Sofia Copolla / 2006)


Marie Antoniette (Sofia Copolla / 2006)

Dirección: Sofia Copolla.

Reparto: Kirsten Dunst (María Antonieta), Jason Schwartzman (Luis XVI), Rip Torn (Luis XV), Judy Davis (condesa de Noailles), Asia Argento (madame Du Barry), Marianne Faithfull (emperatriz María Teresa), Danny Huston (Joseph), Molly Shannon (tía Victoria), Steve Coogan (conde Mercy D'Argenteau), Rose Byrne (duquesa de Polignac).

Guión: Sofia Coppola; basado en el libro "María Antonieta: La última reina" de Antonia Fraser.

Productores: Sofia Coppola y Ross Katz.
Vestuario: Milena Canonero.

Fotografía: Lance Acord.


Con “Marie Antoiniette”, Sofía Coppola nos presenta su tercer trabajo como directora. La hija del no menos conocido Francis Ford Coppola, tiene de un tiempo a esta parte una obra que la respalda y la distingue de la de su padre, sin embargo, esta distinción también tiene puntos en común.
Si bien es cierto el mundo de su padre es de hombres, y ese mundo, posee sus propios códigos, como el de las luchas por preservar ese bien llamado honor, el mundo de Sofía es el de las mujeres, con los códigos que implican la forma de reinventarse a sí mismas; reinvención que puede ser destructiva o creativa. Desde “Vírgenes Suicidas” - su primera película - hasta la actual “Maria Antoiniette”, Sofía da vueltas sobre la angustia femenina debida a la transición de la niñez o adolescencia a la edad “adulta”, al sentirse perdida en el intento de hallarse en ese "ser mujer" que la sociedad le presenta, y si esta transición se ve cargada del ojo público, de las expectativas y deseos de los otros, la presión y la angustia se incrementan decididamente. Al decir perdida, no lo hacemos con desden, sino por el contrario, las crisis de sus personajes tienden a producirse debido justamente a la sensibilidad de sus caracteres, pero sobre todo, en las expectativas generadas por los otros en relación a ellas. Las crisis en estos casos, sirven para buscarse, para encontrarse, pero sobre todo para poner en evidencia, la imposibilidad de encontrar claridad y felicidad al mismo tiempo.

Y es precisamente este el caso de Marie Antoniette, pues Coppola no la mira desde el ojo de la Historia, es decir, no conduce su mirada sobre el personaje público o político, sino que intenta presentarnos a la niña empezando a ser mujer, así como los diversos problemas de empezar a preguntarse ¿Qué implica ser princesa?, ¿ser reina?, ¿Qué implica ser mujer?, ¿Quien nos dice como serlo, nuestra madre, nuestras amigas?, ¿Por qué tenemos los seres humanos esa necesidad de complacer a los otros?, y finalmente ¿Qué hace feliz a una mujer, a un hombre, a un ser humano?.

Uno podría pensar que es una película lenta, aburrida, sosa (buena parte de la crítica del mundo la ha visto así); que no presenta más que los caprichos de una niña-mujer histérica y superficial, que despilfarra dinero en ropa y frivolidades. Pero si esto fuera así de seguro no estaríamos escribiendo sobre ella. Marie Antoniette está contada desde la apatía de su personaje principal. El transcurrir de las escenas muestra de qué modo se siente la pequeña princesa Marie Antoniette, quien pasa de la conservadora y austera corte de los Habsburgos, a la pretenciosa y “sofisticada” (lo decimos entre comillas pues esa sofisticación llego a límites ciertamente ridículos) corte Francesa de los Luises en Versalles.

Dunst refleja esa apatía y desinterés, sabe darle matices a su papel, sabe jugar con los silencios, sabe alimentar los planos largos en los que la presenta su directora. Logrando reflejar esa soledad que sólo se consigue estando rodeado de personas.
Por su parte Jason Schwartzman (Luis XVI) le da a Dunst la posibilidad de construir esa ansiedad de no saber qué hacer para complacer a su marido. Schwartzman desarrolla en el film una actuación genial, parece que no hiciera nada, pareciera que verse así de soso y de estúpido le fuera natural. Logra darnos la sensación de ser otro ser perdido junto a Dunst, pareciera siempre estar esperando que alguien lo libere del peso que debe llevar.
Por último en lo referente a las actuaciones, uno no debe perder de vista la actuación de Steve Coogan (conde Mercy D'Argenteau), quien mejor que él para interpretar a un tipo lambiscón e impotente sobre los otros.

La fotografía y vestuarios son de un detalle cuidado, y decimos cuidado, no del modo en que lo busca ser una película que presuma de histórica, sino que la composición de las imágenes de las escenas refuerza la idea de llenar de vida y de color una vida que parece estar llena de colores opacos. Coppola además combina la música de época con ritmos pop de los 80 (que mejor época para delinear el retrato de la joven princesa, de insatisfacción y ansiedad[1], además es en los 80 en que muchos grupos rindieron tributo en estética a la opulencia del siglo XVIII francés), los bailes se mezclan, la parcimonia del minueto, con la estridencia y desenfreno, de una pista de baile de una discoteca de nuestros tiempos. Estos detalles a nuestro entender nos presentan a una directora que apuesta, que arriesga por su propia estética, y que además se siente profundamente identificada con la historia y su personaje.

Se ve en el tratamiento que da Coppola al film, que no es indulgente con el personaje histórico que es Maria Antonieta, pero como dijimos líneas arriba, la historia pretende ser contada desde la mirada de la joven princesa, dejando de lado lo que se ha dicho sobre ella. Es intentar dejar de contar su historia desde la mirada de los otros y hacerlo desde la de esta joven sola, desde allí intenta construir el personaje Coppola y desde ahí, desde esa intimidad, deberíamos intentar ver este film, en él que hay muchas preguntas, mucha angustia, una profunda tristeza y vacío, y solo un silencio al final. Como diría Wilde:“Sólo la gente superficial no juzga por las apariencias”.
Una película a tener en cuenta.

Juan Alberto Gonzales Hurtado.



[1] Téngase por ejemplo el tema “I want Candy”.

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