A serious man/Un hombre serio (Joel y Ethan Coen/2009)
Dirección, guión y producción: Joel Coen y Ethan Coen.
Reparto: Michael Stuhlbarg (Larry Gopnik), Richard Kind (tío Arthur), Fred Melamed (Sy Ableman), Sari Lennick (Judith Gopnik), Adam Arkin (el abogado), Peter Breitmayer (Sr. Brandt), Jessica McManus (Sarah Gopnik), Aaron Wolff (Danny Gopnik).
Música: Carter Burwell
Fotografía: Roger Deakins
Editor: Roderick Jaynes
Sinopsis
Larry Gopnik (Michael Stuhlbarg) es un profesor de física teórica en los años sesenta del siglo pasado, que radica en el Medio Oeste Norteamericano. Tiene una familia, que no lo toma muy en serio, además vive con él su hermano que sufre una seria depresión. Ante una serie de problemas intentara encontrar en su fe (el judaísmo) una certeza a la cual aferrarse.
Nada que contar
Esta nueva obra de los Cohen, nos propone una historia que es la consecución de un estilo ya constituido. Con esto sin duda no decimos nada más que una generalidad, pero nos parece que es un buen punto de inicio, pues lo que nos presenta “A serious man”, es una película que sin duda puede ser vista sin conocer la obra de los Cohen, pero si se ha estado en contacto con sus trabajos anteriores (Barton Fink, Fargo, The Big Lebowski), se puede apreciar un matiz muy particular para contar historias (el cual parte de la ironía matizada con humor negro y acido), donde el narrar se hace solo por el placer de hacerlo (¿y no siempre debería ser así?).
Incluso cuando el relato no tenga un desenlace en que se produzca una anagnórisis, es decir, una revelación, los Cohen saben contar una historia, no con moraleja, sino con la posibilidad de que el propio film se mantenga en nosotros como algo abierto, no en el sentido de final abierto, sino que sigamos luego de haberlo visto, reparando aún en muchas de sus imágenes y acciones. Un detalle a manera de ejemplo para retratar la ironía desplegada por los Cohen. Es genial ver como en la vida de Larry Gopnik (Michael Stuhlbarg), lo única certeza, se encuentre en la pizarra de su salón de clases y sea retratada paradójicamente por el principio de incertidumbre de Heisenberg.
Nos queda por decir, que hay que disfrutar del estilo de narración de los Cohen, que funciona como una suerte de proverbio antiguo (incluso cuando el proverbio parezca de lo más absurdo), que no tiene como fin que lo entendamos del todo, pero si busca el permitirnos preguntarnos con detenimiento acerca de nuestra existencia. Es un film que uno no debe dejar de ver.
Juan Alberto Gonzales Hurtado.
Dirección, guión y producción: Joel Coen y Ethan Coen.
Reparto: Michael Stuhlbarg (Larry Gopnik), Richard Kind (tío Arthur), Fred Melamed (Sy Ableman), Sari Lennick (Judith Gopnik), Adam Arkin (el abogado), Peter Breitmayer (Sr. Brandt), Jessica McManus (Sarah Gopnik), Aaron Wolff (Danny Gopnik).
Música: Carter Burwell
Fotografía: Roger Deakins
Editor: Roderick Jaynes
Sinopsis
Larry Gopnik (Michael Stuhlbarg) es un profesor de física teórica en los años sesenta del siglo pasado, que radica en el Medio Oeste Norteamericano. Tiene una familia, que no lo toma muy en serio, además vive con él su hermano que sufre una seria depresión. Ante una serie de problemas intentara encontrar en su fe (el judaísmo) una certeza a la cual aferrarse.
Nada que contar
Esta nueva obra de los Cohen, nos propone una historia que es la consecución de un estilo ya constituido. Con esto sin duda no decimos nada más que una generalidad, pero nos parece que es un buen punto de inicio, pues lo que nos presenta “A serious man”, es una película que sin duda puede ser vista sin conocer la obra de los Cohen, pero si se ha estado en contacto con sus trabajos anteriores (Barton Fink, Fargo, The Big Lebowski), se puede apreciar un matiz muy particular para contar historias (el cual parte de la ironía matizada con humor negro y acido), donde el narrar se hace solo por el placer de hacerlo (¿y no siempre debería ser así?).
Incluso cuando el relato no tenga un desenlace en que se produzca una anagnórisis, es decir, una revelación, los Cohen saben contar una historia, no con moraleja, sino con la posibilidad de que el propio film se mantenga en nosotros como algo abierto, no en el sentido de final abierto, sino que sigamos luego de haberlo visto, reparando aún en muchas de sus imágenes y acciones. Un detalle a manera de ejemplo para retratar la ironía desplegada por los Cohen. Es genial ver como en la vida de Larry Gopnik (Michael Stuhlbarg), lo única certeza, se encuentre en la pizarra de su salón de clases y sea retratada paradójicamente por el principio de incertidumbre de Heisenberg.
Nos queda por decir, que hay que disfrutar del estilo de narración de los Cohen, que funciona como una suerte de proverbio antiguo (incluso cuando el proverbio parezca de lo más absurdo), que no tiene como fin que lo entendamos del todo, pero si busca el permitirnos preguntarnos con detenimiento acerca de nuestra existencia. Es un film que uno no debe dejar de ver.
Juan Alberto Gonzales Hurtado.